martes, 21 de junio de 2011

QUEBRANTAHUESOS: 18 Junio 2011

La Meca del Cicloturista

Solo puedo decir cosas positivas de esta prueba emblemática que me ha puesto los pelos de punta en la salida, me ha emocionado durante el recorrido y me hecho sentirme realizado como ciclista al cruzar la meta.



La historia de mi primera, pero seguro que no última, Marcha Quebrantahuesos QH, comienza en Noviembre del 2010 cuando me inscribo para el sorteo preliminar. Somos cerca de 20000 solicitantes, pero seremos 'solo' unos 8500 los afortunados elegidos para participar.

Después de participar en el Ironman de Lanzarote a finales de Mayo, me centro definitivamente en la QH: me quedan solo 4 semanas y tengo que planificar la logística y los entrenamientos.

Decido comprar vuelo desde Tenerife a Bilbao (con escala en Madrid) y alquilar coche allí. Pasaré por Pamplona y de allí a Sabiñánigo, sede de la QH. La búsqueda de alojamiento en la villa organizadora se convierte en una pesadilla. Por todas partes encuentro respuestas del tipo: 'Estamos llenos desde Enero'. Cuando parecía que iba a tener que dormir a kilómetros de la salida, me dan una referencia de un tal Paco, que puede tener alguna habitación libre en una casa rural en Sabiñanigo. Un tema resuelto.

Solo me queda un detalle: la bicicleta. Vuelo con Iberia y llevar la bici me costaría 150Euros. Por otra parte, la escala en Madrid no es muy larga y existe la posibilidad de que la bici no llegue a tiempo. También podría ocurrir que la bici se dañase en el viaje y no tengo tiempo para reparaciones de emergencia. Por último, lo cierto es que no me apetece nada estar a cuestas con una caja de 2 metros a la ida y a la vuelta. Así que decido no llevar mi bici.

Como no consigo encontrar ninguna tienda que me alquile una bici en Pamplona o Sabiñánigo, al final me pongo de acuerdo con mi amigo Roberto de Pamplona para utilizar su bici en la prueba. Se trata de una VINER en cuadro de acero de hace 15 años. No es el último grito, pero la bici está en perfecto estado porque mi amigo la utiliza un par de veces por semana. Supongo que de talla me irá bien, porque no recuerdo que Roberto fuera mucho más alto que yo :-).

El único problema es el desarrollo mínimo de su bici: Tiene 3 platos de 30, 40 y 50 dientes y una piñonera de 9 velocidades del 13 al 21. Si no ocurriese nada, la combinación 30-21 podría ser suficiente, pero no me dejaría margen de error en las duras rampas del Marie Blanque al 12%. Al final me decanto por llevarme desde Tenerife una rueda con piñonera montada de 25 dientes, para las emergencias.

La logística está resuelta. Solo me queda realizar algunos entrenamientos específicos para la prueba. "A subir puertos se ha dicho". En Lanzarote entreno por la zona del mirador de Haría. En Tenerife me centro en el macizo de Anaga, aunque un día también hago la subida de los Loros para entrenar en un puerto largo. La prueba de fuego definitiva es un entrenamiento que he denominado "Mini QH" consistente en subir y bajar El Bailadero desde San Andrés, a continuación subir de nuevo al tunel de la cumbre para llegar a Taganana y Almáciga, volver a San Andrés y finalmente al regresar a Santa Cruz hacer la subida de Ifara y bajar por Los Campitos. Una etapa concentrada de 110kms que incluye 4 puertos (como la QH), uno de ellos con rampas hasta el 16% subiendo desde Taganana hacia el tunel: mi Marie Blanque particular. Acabo la etapa cansado pero satisfecho. Estoy mentalmente preparado para la Quebrantahuesos.




El tiempo pasa volando. Es jueves 16 de junio y estoy volando hacia Bilbao con mi ruedecita y mi maleta llena de accesorios para la bici. Solo una preocupación ocupa mi mente: la meteorología el día de la prueba. Es muy probable que tenga que enfrentarme a 2 circunstancias adversas: el frío y la lluvia. Yo vengo de Canarias: por favor, lluvia y frío no!!!! :-(

El viernes al mediodía en Pamplona recojo la bici de mi amigo Roberto. Cambio su rueda trasera por la mía y todo perfecto. Sin embargo me percato de un detalle: creo que al final mi amigo sí que es un poco más alto que yo: la distancia al manillar se me hace un poco larga. Ahora ya no puedo hacer mucho al respecto, así que me digo a mi mismo: "Ya me acostumbraré" :-)

En mi viaje a Sabiñanigo me acompaña mi amiga Bea que se ha animado a última hora. Se agradece mucho no hacer esta aventura en solitario y quizás poder ver una cara conocida subiendo los puertos. Al llegar a Sabiñanigo, el ambiente de la prueba se respira por doquier. En la zona de salida/meta hay un chiringuito montado de campeonato. En la feria del ciclista, entre stands de todo tipo, hay algunos ciclistas conocidos como Fernando Escartín y 'Chente' García Acosta. Nos cruzamos con Joseba Beloki en el stand de Ciclismo a Fondo y finalmente recojo mi dorsal y mi chip. Me compro unas cuantas barritas y geles para la prueba y directos a la casa rural.


La última cena.... antes de la prueba.... sería en casa de un amigo de Bea que nos acoje amablemente en su casa y nos prepara una pasta con atún exquisita, acompañada de queso curado y jamón ibérico. La cena se alarga un poco y al final termino echándome a dormir cerca de las 2 de la mañana porque me faltaban por ultimar algunos preparativos de la bici como cambiar la cubierta trasera, hinchar las ruedas y preparar los bidones y las barritas. La suerte está echada. Me duermo y sueño con los angelitos.

Suena el despertador: son las 5:50am del 18 de Junio de 2011, el día D. Desayunamos un cafe con leche, tostadas con mantequilla y mermelada y jugo de naranja. La bici al coche y hacia Sabiñanigo. Se suponía que la casa rural estaba solo a 2kms de la salida, pero al final resultaron ser unos 5km, así que descarto la opción de ir en bici a la salida para calentar. Ya tendré tiempo de calentar en los 205kms de la prueba. Mi amiga Bea me deja en las proximidades de la salida y continúa hacia Somport para esperarme en los kms finales del primer puerto de la prueba.


Me monto en la bici y me acerco a la zona de salida situada en un Polígono Industrial. El tránsito de bicicletas es increible. En poco segundos me veo envuelto por una corriente de bicicletas que me hace subir de golpe la adrelanina. Allí estoy yo, montado en mi bici prestada, enmedio de esa marea ciclista que se vuelve más y más densa a medida que nos acercamos al punto de salida. Cuando por fin llego a la calle de la salida, la marea se detiene y ante mí diviso un mar de miles de cascos que finaliza en varios arcos hinchables de múltiples colores. Me quedo unos segundos impresionado por la magnitud de la prueba y enseguida siento una emoción que me invade:

YO TAMBIÉN FORMO PARTE DEL ESPECTÁCULO


La Marcha Cicloturista Quebrantahuesos se celebra desde hace 21 años y es una de las 8 pruebas cicloturistas más importantes del mundo, incluida en la UCI Golden Bike.


Tiene una longitud de 205kms, con un recorrido por los pirineos españoles y franceses, incluyendo 4 puertos de montaña con un desnivel total acumulado de 3.875mts.




El recorrido se inicia en Sabiñanigo en dirección a Jaca. A continuación se asciende hacia el puerto fronterizo de Somport (16kms al 4,6%) pasando por Canfranc y la estación de esquí de Candanchu. En Francia se desciende a Escot para desde allí iniciar el ascenso al Marie Blanque (10kms al 7'15%). Se desciende a Bielles y se regresa a España ascendiendo el puerto de Portalet (28,7kms al 4,46%). Finalmente se desciende hacia Sabiñanigo con el ascenso intermedio del puerto de Hoz de Jaca (2'3kms al 7,96%).





Se podría resumir del siguiente modo el efecto de cada puerto en los ciclistas:

el Somport te calienta, el Marie Blanque te carga, el Portalet te agota y la Hoz de Jaca te remata.

Son las 7:00am. Falta media hora para la salida. Decido intentar colocarme un poco mejor. Abandono la calzada y por la derecha de la misma, avanzo hacia los arcos de salida sorteando desniveles en la acera, vehículos estacionados y alguna que otra cinta plástica delimitadora. Por fin, me ubico en una zona ajardinada junto a la calzada y dejo la bici descansando en el cesped. Hago tiempo y cuando faltan menos de 10minutos para la salida me doy cuenta de que necesito imperiosamente visitar al señor Roca. Así que dejo la bici allí mismo sin temor a que nadie la quiera (todo el mundo tiene ya bici y son todas de última gama) y me enfrento a una búsqueda contrarreloj. La urgencia se impone y una zona con palets y restos de carrocería se convierte en un improvisado baño. Regreso aliviado y listo para emprender la marcha.

Se oye un disparo lejano PUM. Son las 7:30. Subidón de adrenalina. Pero pasan aún un par de minutos hasta que las bicicletas a mi altura empiezan a moverse. Cruzo el arco de salida a las 7:35 aprox y poco después estoy rodando en medio de un océano de bicicletas. La aventura ha comenzado.


La marea atraviesa el casco urbano de Sabiñánigo entre los aplausos de la multitud congregada. Enseguida salimos del pueblo hacia Jaca. Se empiezan a formar grupos que se fragmentan y compactan de manera rápida. Está claro que los ritmos se están ajustando y los pelotones ordenándose. En general, mi sensación es la de ser adelantado por grupetos veloces, integrarme en grupos dinámicos y adelantar a individuos aislados. Sin casi darme cuenta, llegamos a las afueras de Jaca y viramos al Norte en dirección a Somport. La carretera comienza a subir.


Intento controlar mis impulsos y no forzar para mantenerme en un determinado grupo. No importa si me descuelgo. Detrás vendrá otro grupo que quizás lleve mi ritmo. Paso por Villanua, la Estación de Canfranc y llego a los últimos 6kms, la parte más dura del puerto con una pendiente media del 6,4%. Hace frío y hay algo de niebla.




Me cruzo fugazmente con mi amiga Bea a falta de 1km para coronar: 'Hola....Adios'. Empiezo a ver espectadores ofreciendo periódicos y me digo ¿Por qué no?. Corono el puerto en 1h57min y sin detenerme me abro el maillot y me coloco el periódico, descartando la opción del impermeable. Me siento como un ciclista genuino con mi periódico en el pecho descendiendo un puerto del Pirineo.

Craso error. En menos de un kilometro siento que me invade el frio. El descenso es muy pronunciado, con curvas de 180º y la carretera mojada. Es una bajada muy delicada y extremo las precauciones. Todo transcurre enmedio de una niebla intensa que me cala poco a poco el maillot y me empaña las gafas. Me doy cuenta de que lo lógico sería detenerme y ponerme el impermeable y decido hacer lo que cualquier hombre haría en estas circunstancias al darse cuenta de su error: tirar pa'lante que seguro que dentro de poco las condiciones mejoran. :-)

Y así van pasando los kilómetros, la niebla se va disipando, comienza una ligera llovizna, noto que se me empieza a empapar la parte trasera del maillot por las salpicaduras de la rueda, y yo sigo descendiendo con mi periódico y mi lógica de que ahora ya sí que no vale la pena pararme y descolgárme del grupo por un poco de humedad y frío. Cuando el frío ya es intenso y empiezo a sentirme calado decido que en el próximo llano me detengo y me pongo el chubasquero. Justo en ese momento alcanzamos el pueblo de Escot y viramos a la derecha. Comienza la subida al Marie Blanque y la gente se detiene a quitarse las prendas de abrigo....


Pero también se paran a evacuar, y aunque al principio no tengo ganas, termino sucumbiendo al contagio multitudinario y me detengo. Pero no en cualquier parte. Analizo el entorno mientras padaleo y avisto un contenedor en el que podré apoyar cómodamente mi bicicleta. Así lo hago, y como un rey llevo a cabo la operación. Finalizo y me dirijo hacia mi montura dispuesto a afrontar este puerto mítico por sus rampas inhumanas cuando de pronto siento como si me hubieran picado mil bichos en el cuadriceps izquierdo.


Tanto análisis y al final paro a mear junto a una ortiga de 1mt de alto que afortunadamente solo me rozó el cuadriceps. Me arde el muslo una barbaridad al mismo tiempo que noto como se carga por la pendiente de la calzada. Intento sacar lo positivo de la situación: si me arde por fuera, no me obsesiono con el ardor por dentro. Pero desgraciadamente la otra pierna sí que siente plenamente la carga muscular por la pendiente. Leo con detenimiento cada cartel que las autoridades francesas han colocado en los márgenes anunciando el km del puerto, la altitud y la pendiente media del siguiente kilómetro. No tengo rutómetro en mi bici, ni he pasado antes por aquí, así que encuentro muy útiles las indicaciones de los carteles. Debo decir, también, que me ha sido útil mi rueda con piñón del 25. Al final no utilicé ese piñón, pero sí el 23 que me permite una cadencia cómoda de pedaleo.




Sin darme cuenta estoy en el último kilómetro y me siento muy bien. Estoy en el ecuador de la prueba superando las pendientes más duras y con mente positiva. Alcanzo la cima y no hace frío, estamos a 1035mt de altura. Así que ni periódico, ni chaleco, ni impermeable. Continúo del tirón. Hay un par de kms llanos hasta la alfombra de control de paso de chips en la que marco un tiempo de 3h50min y luego empieza el descenso. La carretera está algo mojada al principio pero con el paso de los kms el asfalto está cada vez más seco. Al final del descenso del puerto, comienza un terreno muy favorable en el que se puede rodar muy rápido. Poco a poco, se van incorporando unidades desde atrás hasta que me doy cuenta de que estoy inmerso en un pelotón enorme que rueda a fuego hacia la localidad de Laruns en la que comenzará el ascenso al puerto de Portalet.


El Portalet es temido por los participantes de la QH, porque llegas a él con más de 120kms en las piernas, habiendo estresado la musculatura en las duras rampas del Marie Blanque y teniendo que realizar un esfuerzo constante de 29kms de ascensión. La primera impresión que me llevo es muy buena. El entorno es bellísimo y mi ritmo es alegre. Me fijo en una pareja con la que he compartido grupo desde hace unos cuantos kilómetros y en la que el chico le va marcando el ritmo a la chica. Está claro que conocen el recorrido y satisfago mi curiosidad por saber qué tiempo esperan hacer en meta. Me sorprende mucho su respuesta: 7h15min y desde el alto del Portalet solo quedará aproximadamente 1h20min hasta Sabiñánigo. Esta estimación mejoraría mis pronósticos en casi una hora, así que me propongo mantenerles el ritmo, convirtiéndome en la 3ª unidad del grupo.



Los kilómetros van transcurriendo y, salvo 2kms de descanso a la altura de la presa de Artouste, el terreno es de ascenso constante. La parejita a piñon... y yo detrás. Llevo ya más de una hora subiendo y me encuentro en los kilómetros finales con pendiente media del 7%. La parejita a la que me he unido lleva un ritmo endemoniado y no hace más que adelantar a ciclistas. Y yo detrás. Empiezo a notar que el esfuerzo se acumula. La chica sigue al chico y yo a la chica. Pero ella parece que no se cansa y yo sí. Por momentos me descuelgo un poco, pero saco fuerzas de flaqueza y me reengancho.



Los aficionados que se apeloton en los márgenes de la carretera, la mayoría vascos, animan constantemente a la chica: 'Aupa chica. Aupa neska'. Yo intento contagiarme de los gritos de ánimo para mantener el ritmo y apreciar el paisaje para distraerme. El paisaje en el final del puerto es genuino. Un puerto pirenaico en toda regla con apenas vegetación, descarnado y desgarrador. Desgarrador como los tirones que le estoy metiendo a las piernas para seguir en el grupo.



Estoy en los 2 últimos kilómetros y me siento como un profesional en una gran vuelta coronando un puerto. Un pasillo humano estrecha la calzada dejando apenas espacio para 1 o 2 corredores. Me embarga una emoción impresionante. Hay que sacar fuerzas de donde sea. Pero el estrechamiento ha hecho que me separe temporalmente de la pareja y veo como poco a poco se empiezan a distanciar. Aprieto los dientes y doy el resto.




Estoy en el último kilómetro y de nuevo aparecen los periódicos por doquier. Realmente no tengo frío y el cielo se ha ido despejando; pero en un acto casi reflejo, como de alguien que lo ha hecho cientos de veces, cuando estoy apunto de coronar, me abro el maillot y agarro un periódico. Lo coloco y cierro el maillot... Bueno, esa era mi intención. La realidad es que no logro cerrarme el maillot y mientras tiro de la cremallera con la mano derecha, sujeto el manillar con la izquierda y mi ritmo se ralentiza. Mientras tanto, la pareja empieza a alejarse progresivamente y cuando por fin consigo finalizar la maniobra, la distancia que me llevan es superior a 15 segundos. Por segunda vez en el día, el periódico me ha jugado una mala pasada; en este caso, por exceso, porque no era necesario utilizarlo, dadas las condiciones meteorológicas reinantes.


Durante el descenso por la vertiente española del Portalet, mis esfuerzos por contactar son en vano, porque no logro acercarme un ápice. De hecho, me percato de algo que iba a tener consecuencias nefastas: tengo las piernas bastante congestionadas. Tardé casi lo mismo en percarme que en sufrir las consecuencias. Justo al finalizar el descenso del puerto, se presenta una curva cerrada a la izquierda. Al abrir la pierna hacia el interior de la curva, cual motorista profesional, un brusco calambre me bloquea la pierna y siento un dolor enorme. Estoy casi a punto de salirme en la curva, pero recupero la verticalidad y comienzo a hacer lo posible por estirar la pierna, cargando la fuerza en la derecha y dándome masaje con la palma de la mano. Solo han pasado unos segundos y de repente la pierna derecha también se me agarrota súbitamente. Tengo que detenerme para no caerme al suelo.

Estoy de pie junto al quitamiedos con las piernas abiertas en apenas 90º y viendo como pasan grupos de ciclistas. Seguro que son muchos de los que adelanté subiendo El Portalet, haciendo un esfuerzo que ahora estoy pagando con creces. Paso más de 2 minutos en esa posición hasta que siento que la tensión disminuye. Me monto en la bici y me doy cuenta de que ahora me toca pedalear 'suavecito', como sin hacer fuerza, o me arriesgo a sufrir más calambres. Para colmo, el terreno es una sucesión de toboganes que no favorece en nada mi situación. Atravieso la localidad de Pueyo de Jaca, me detengo y lleno los bidones de agua en un avituallamiento.

Tras un rato pedaleando a ritmo de Avenida de Anaga, aparece una curva a la izquierda y, sin previo aviso, rampa del 10% en las narices: 'Bienvenidos al puerto de la Hoz de Jaca'. Cambio al plato pequeño y subo piñones, pero noto la tensión acumularse en las piernas. Decido que es mejor poner pie a tierra, antes de que me sacuda un calambre matador. Estiro un poco y reemprendo la marcha. Son solo 2kms de puerto pero me adelantan ciclistas a mansalva porque mi ritmo es patético. Corono el puerto y paso sobre la última alfombra de control de tiempos en 6h48minutos. Según mis estimaciones teóricas, desde este punto debería tardar una media hora hasta meta. Pero dadas las circunstancias, iba a ser algo más.


Creo que es paradójico que la parte de la prueba en la que más voy a sufrir es este tramo final de apenas 20kms en un terreno en ligero descenso. El viento sopla de cara con relativa fuerza y se forman grupos que ruedan en fila india a gran velocidad. No puedo pedalear con intensidad, porque siento que los calambres pueden aparecer en cualquier momento. Me descuelgo de un grupo y no logro contactar por el viento y al poco me absorbe otro grupo por detrás. La situación se repite una y otra vez hasta que llegan los últimos 5kms. Me he descolgado por enésima vez y centro la mirada en la última unidad del pelotón que empieza a alejarse. En ese momento decido que voy a aguantar en ese grupo hasta meta sea como sea. Aprieto los dientes y descargo toda la fuerza que me queda en las piernas. Siento aumentar la tensión, pero continúo. Son 3 o 4 minutos agónicos de lucha hombre-grupo. Pero mis esfuerzos dan sus frutos. Me reengancho y pienso: "De aquí no me descuelgan ni con agua caliente.". Agacho la cabeza y pedaleo con rabia.

A lo lejos me parece oir voces y algarabía. Alzo la vista y allí están los arcos multicolores. Por fín!!! Llega el final. Mi grupo vira a la derecha 180º y enfila la recta de meta. Ahora sí. Me dejo ir un poco. Y saboreo la entrada. Paso bajo un arco de llegada y poco después sobre las alfombras de control que me adjudican un tiempo final de 7h 25' 32''. He terminado la Quebrantahuesos.



Han sido 205kms en los que he podido vivir algunas de las experiencias más típicas que un ciclista debería experimentar: rodar en pelotón, ascender puertos de montaña míticos, sentir el calor de la afición en las rampas finales, descender entre la niebla y la lluvia (periódico incluido), sentir que te fallan las piernas, descolgarte y rodar en solitario y finalmente sacar fuerzas de flaqueza y reengancharte al grupo con rabia.

Seguro que muy pronto, cuando las circunstancias y la suerte en el sorteo se vuelvan a alinear, regresaré a Sabiñánigo para vivir de nuevo la experiencia del cicloturismo en su máxima expresión.

FRANCISCO

1 comentario:

  1. Francisco simplemente darte la gracias, tu relato me ha hecho retroceder un par de años atras, y has narrado casi al pie de la letra la carrera; yo si que lleve mi flaca de dos ruedas, y tenia mas o menos el viaje organizado (acoplado con la gente del Bicistar del puerto)tu tiempo, he de decirle a los que no conozcan la prueba , que eso es un tiempazo, por ello felicidades, un salu2

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